El frontón Beti Jai abre al público con carácter permanente, alberga un centro de interpretación, y ofrece visitas guiadas e itinerarios teatralizados
Recientemente se celebró un partido de pelota vasca que hizo recordar los tiempos de gloria en los que los frontones proliferaban en Madrid
Constituye el único ejemplo que queda en pie de las construcciones de frontones monumentales industriales dedicados al juego de pelota
Fue declarado Bien de Interés Cultural en categoría de Monumento con máxima protección, expropiado en 2015 y finalizada su restauración en el año 2019
Beti Jai es un testigo vivo del auge del juego de pelota vasca a finales del siglo XIX, cuando este deporte estaba de moda en Madrid. Entonces, los aficionados practicaban en frontones modestos o en la propia calle y los pelotaris gozaban de fama y dinero. La prensa también se hacía eco en crónicas acerca de este fascinante deporte, prueba de ello era la edición de la revista El Pelotari.
En este contexto social, el nuevo y monumental frontón, bautizado en euskera Beti Jai, hizo que “Madrid siempre fuera una Fiesta”.
Los inicios: la pelota y el frontón
El tradicional juego en frontón de pelota vasca o pelota a mano (aunque admite instrumentos como la pala o la cesta-punta) data de la Edad Media, asociado al vetusto Jeu de Paume o Juego de Palma, que se practicó en Europa desde el siglo XIII. Posteriormente, llega a España y en el siglo XVIII se populariza. Algunas pinturas de Goya reproducen estampas de este juego.
Imágenes de ayer y hoy en el frontón
Como su mismo nombre indica, el juego consiste en golpear con la palma de la mano una pieza de madera forrada con piel de oveja. Antaño, los jugadores engrasaban sus manos con aceite y las enharinaban para mantener el control de la pelota y evitar que resbalara.
La pelota llegó a ser un deporte de masas con su propia prensa
En el siglo XX la pelota vasca es ya un deporte profesional, con reglas establecidas, modalidades o tipos de cancha, especialidades (paleta, cesta o mano) y herramientas que hoy conocemos. En Madrid, el juego de la pelota vasca fue común durante el siglo XVIII y el interés aumentó considerablemente a finales del siglo XIX. El apogeo del deporte fue tan intenso como breve, impulsado por la gran cantidad de dinero que se movía con las apuestas. Esto también acarreó la ruina de algunas familias. Al entrar la corrupción en el campo de juego, quedó dañada la imagen de esta práctica deportiva, entrando en crisis y provocando la desaparición de los frontones.
Los orígenes del Beti Jai
En 1893, el arquitecto Joaquín Rucoba acometió el proyecto de un frontón monumental en un amplio solar del barrio de Almagro, en el distrito de Chamberí, −incluido en el Plan de Ensanche−, con fachada principal en la calle Marqués de Riscal 7, cerca del Paseo de la Castellana. El inmueble albergaba una cancha abierta destinada al juego de pelota, con capacidad para 4.000 localidades y una plaza de 67 metros de largo.
El Beti Jai, en sus inicios
El 29 de mayo de 1894 se inauguraba el Beti Jai con la celebración de tres grandes partidos y exhibiciones de afamados pelotaris. Fue el comienzo de la gloria de este frontón señero en su época, lugar donde se consagró el nuevo juego de pelota, representado por los frontones industriales.
Una joya arquitectónica neomudéjar
Este monumental frontón destaca por la convivencia armónica entre la decoración neomudéjar y los elementos de hierro fundido tan en boga en la arquitectura de finales del siglo XIX.
El edificio está compuesto por tres cuerpos, uno principal en la parte delantera del solar, otro en su parte posterior y un graderío curvo que une ambos. Enfrente, el muro medianero conforma la pared izquierda del frontón. Las tres alturas dan acceso a palcos, plateas, sillas y gradas.
Imágenes del edificio
Su fachada exterior muestra un estilo historicista, inspirada en la Ópera Garnier de París, y dividida en dos cuerpos. Completan la ornamentación diferentes molduras, medallones y guirnaldas, entre otros elementos.
El auténtico estilo neomudéjar se proyecta en la fachada interior, levantada en ladrillo rojo con revocos blancos en impostas, cornisas y pilastras. Una puerta central que permite el acceso a la pista, se encuadra en un arco de herradura sobre el cual se perfila una ventana en forma de óculo. La decoración rica en molduras de inspiración arabesca a base de revestimientos de atauriques de yeso, lacerías y columnas realizadas en hierro completan su brillante factura.
El conjunto fue concebido por Rucoba como un frente urbano que transmitía la ilusión de encontrarse en una plaza pública, sensación reforzada por la cancha descubierta, respetando el espíritu del juego de pelota en frontones abiertos o espacios urbanos improvisados.
El graderío que unía los cuerpos principal y posterior sigue siendo la seña de identidad del Beti Jai. Con la característica única de unas gradas ligeras, elegantes y curvas se mejoraba la visibilidad del espectador, componiendo galerías abiertas hacia la cancha y cerradas con barandillas de hierro forjado.
Años de decadencia
La crisis de los frontones en los primeros años del siglo XX provocó el cese de actividad de Beti Jai, período en el que comenzaría la fase de declive, destinándose a otras actividades, como sede del Centro de Ensayos de Aeronáutica y laboratorio del ingeniero Leonardo Torres Quevedo. Distintos usos del espacio condujeron al cierre definitivo como instalación deportiva en 1919. Sucesivamente, se utilizó como comisaría de policía, cárcel improvisada, fábricas de diversa índole, concesionarios de coches y motos, talleres e incluso viviendas con corrala, que terminaron por desvirtuar el inmueble.
El Beti Jai, cuando fue utilizado como taller y concesionario de automóviles
En 2007, algunas zonas de las gradas fueron habitadas por okupas y un año más tarde el edificio sufrió un incendio que afortunadamente no afectó a su estructura.
Este proceso de degradación no impidió que el recinto fuera escenario de películas como El Crack (1981) de José Luis Garci. Además de protagonizar un documental, Beti Jai: La Capilla Sixtina de la Pelota, que recogía testimonios del colectivo ‘Salvemos el Beti Jai’ y de arquitectos implicados en su recuperación.
Renacimiento del Beti Jai
A comienzos del siglo XXI la preocupación social por el estado del frontón se materializó en la plataforma ‘Salvemos el Frontón Beti-Jai de Madrid’, gracias al movimiento de la ciudadanía y la intervención de arquitectos. En 2011, la Comunidad de Madrid declaró Beti Jai Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento, concediendo la máxima protección legal al inmueble.
Detalles de cómo ha quedado el frontón tras su restauración
El Ayuntamiento de Madrid lo expropió en 2015, lo que dio lugar a un proceso de recuperación que supuso un gran desafío debido a su deficiente estado de conservación. La restauración del emblemático frontón no solo respondía a la obligación de proteger el edificio, sino a la necesidad de entender, imaginar y recordar el gran punto de encuentro que fue Beti Jai para los madrileños.
La restauración del inmueble concluyó en 2019, quedando adscrito al Área de Cultura, Turismo y Deporte, abriendo sus puertas a visitas restringidas de programas culturales. Actualmente, el acceso al público es libre y gratuito.
Recientemente, gracias a la recuperación del Beti Jai, tras más de 100 años sin actividad, volvieron a escucharse los golpes de la pelota y los aplausos en la cancha. Y volverán a hacerlo en el 2025.